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jueves, 17 de noviembre de 2011

Los Contadores Públicos como consultores, ¿nos hemos quedado atrás?

La consultoría siempre ha sido un tema de interés para la contaduría pública, desde hace al menos 50 años, se le ha dado mucha importancia y ha sido motivo de múltiples tentativas para desarrollarla .El interés no ha sido académico o dogmático, ha estado motivado por la percepción  de que  constituye una fuente muy importante de ingresos para  los profesionales independientes a través de servicios valiosos que los clientes necesitan para el buen funcionamiento de sus negocios.
Es claro que los clientes de dichos profesionales independientes, dada la confianza que inspiran, les seguirán solicitando servicios profesionales de muy diversa índole, como hasta ahora lo han hecho; es decir, la profesión tiene en realidad varios nichos de servicios potenciales de consultoría.
No obstante la diversidad de servicios que les son solicitados, no cabe duda de que los profesionales de la contaduría pública tenemos campos de acción naturales, apropiado para nosotros, derivados de nuestras capacidades reales y académicas; por ello, resulta lógico pensar que en ellos deberíamos desarrollarnos, más aun si los clientes así lo requieren.
Sin embargo, veamos que ha pasado desde 1960 con este tema.



En resumen, en este tiempo si hubo una gran inquietud profesional por definir los servicios que deberían ofrecerse y como deberían llevarse a cabo, sin romper con las normas de ética profesional. Tanto las ocho grandes (en esa época) como las firmas menores estuvieron muy interesadas. Casi puede decirse que fue precisamente de esa inquietud que surgió la carrera de “Administración de Empresas”, la que cursaron, como primeros aspirantes, Contadores Públicos  que se daban clases  entre ellos (no había otros especialistas). La verdad es que  había un gran deseo de capacitarse para atender las demandas de las empresas.



A partir de entonces, dicho en forma de resumen, las grandes firmas fueron integrando grandes departamentos de servicios en muy diversas áreas con otro tipo de profesionales y, en realidad, si aprovecharon y se esforzaron en atender -en toda su magnitud –las necesidades de los clientes. No ocurrió lo mismo con las firmas más pequeñas, pues fueron muy pocas, por no decir ninguna, las que cubrieron esta necesidad. Incluso hoy, de acuerdo con estudios recientes, antes de la entrada en vigor de la Ley Sarbarnes–Oxley, prácticamente ningún despacho (además de las cuatro grandes), ofrece servicios de consultoría propios de la Contaduría Pública del alto grado de complejidad, salvo los referentes a teneduría de libros y asesoría fiscal .



Desafortunadamente, nuestras agrupaciones profesionales tampoco han fomentado el desarrollo de estos servicios ni se han hecho un esfuerzo real por tomar una postura a que debemos entender como servicios de consultoría propios de los profesionales de la contaduría pública, es decir, partiendo de su capacitación y preparación académica.  No obstante el concepto de consultoría si ha sido ( y es ) muy utilizado; de este modo, se organizan semanas y jornadas  de consultoría, en las cuales vemos con sorpresa que muy pocos de los expositores atribuyen habilidades propias  de disciplinas que no son naturales, como las relaciones publicas, ventas, administración, computación, etcétera.



¿Qué está pasando? ¿Será que somos expertos en todos los problemas de las empresas? ¿No será peligroso y falto de ética que ofrezcamos servicios para los que no estamos preparados?¿Por qué nuestras agrupaciones profesionales no han hecho algo para precisar, definir, y orientar  o inclusive  normar las actividades que como consultores o asesores podemos realizar los Contadores Públicos en los campos que no nos son propios? ¿Por qué se han descuidado esos servicios que pueden ayudar a crecer a las firmas más pequeñas?



Desde luego, no nos referimos a aquellos trabajos que puede realizar cualquier Contador Público con estudios complementarios a su profesión o apoyado en profesionales con especialidades diferentes a las suyas. Eso pasa con cualquier otra profesión. Nos estamos refiriendo a los trabajos que, sin ningún otro estudio adicional a nuestra licenciatura, podemos realizar, los cuales son de la alta complejidad y podrían ayudar a resolver gran parte de los problemas de los clientes, en donde es sabido que los despachos  prácticamente se limitan a ofrecer y dar servicios de teneduría de libros, asesoría fiscal, arqueos, inventarios físicos, implantación de paquetes de contabilidad y otros trabajos de menor grado de dificultad profesional.
Creemos que el camino es tratar de  que los clientes conozcan y demanden servicios de mayor complejidad; éstos son: los referentes a planeación  y control financiero; la definición de políticas de estructura financiera, como las inversiones óptimas de efectivo, políticas de crédito, control y manejo permanentes de cuentas por cobrar;  el control estratégico   de inversión en inventarios; las políticas financieras adecuadas de control de activos fijos;  las políticas de dividendos;  la estructura  optima de los pasivos;  los diferentes aspectos del manejo y control de costos; la auditoría interna, etcétera
Consideramos que todo ese potencial puede lograrse sin convencemos a nuestras agrupaciones de trabajar para que la sociedad conozca  nuestras habilidades;  por ello, es indispensable concientizarlas y concientizar  también a los profesionales de aquello que pueden ofrecer.


Fuente: Revista Contaduría Pública www.contaduriapublica.org.mx del Instituto Mexicano de Contadores Públicos www.imcp.org.mx